EL TRÁNSITO DE LA AMÉRICA CENTRAL

En cuanto a plausibilidad, la ruta que más se aproxima -a, la del istmo es la del Tránsito centroamericano o la ruta de Nicaragua, la cual para observadores superficiales es más bien superior, en varios respectos a la de Panamá. Una y otra son las únicas que se han llevado a la práctica. Una bahía profunda y bien protegida, en el mar atlántico, en la cual desemboca un río ancho y navegable, que corre en la dirección del este franco, y que comunica, a la distancia de ochenta y cinco millas. con un mar mediterráneo, de magníficas proporciones, cuyos inmensos caudales de agua alimentan copiosamente el río, durante todas las estaciones el año; el lago mismo, que abarca sesenta millas, por lo ancho, y que está separado del océano Pacífico, por una faja de tierra, cuya anchura no pasa de catorce millas y cuya mayor altura no excede de cuatrocientos cincuenta pies, sobre el nivel de, mar; todo esto parecía presentar en un haz cuantas circunstancias son necesarias para asegurar una transportación, barata y lucrativa, a través del continente. Durante algunos años, en realidad, ha estado más o menos en uso constante. Pero el resultado ha sido muy desfavorable para los dueños y para quienes han intentado pasar por allí. Frecuentes interrupciones totales del tráfico, que duraban meses; grandes irregularidades en las llegadas y partidas; y forzosas detenciones en tierra, a veces de dos y tres semanas, a lo que había que agregar inseparables molestias del tránsito, desacreditaron la línea. Cuantiosas sumas de sus dueños se ha tragado la empresa; y recientemente, por segunda o tercera vez, ha pasado a nuevas manos. Aunque esta línea disponga ahora de hartos medios y esté manejada con vigor y habilidad, no es probable que alguna vez llegue a ser productiva o pueda competir seriamente con la línea de Panamá o con otras que se establezcan. Las dificultades, no tan aparentes a primera vista como las ventajas, son realmente invencibles. El puerto de San Juan del Norte o Greytown, en la boca del río San Juan, está sujeto a la formación periódica de una mudable barra de arena, una de las peores que conocen los que navegan las costas del Atlántico. A las veces, después de una estación seca, escasamente hay agua bastante para que flote una barquilla, y los vapores se ven obligados a fondear en riesgosa situación, a la distancia de cuatro millas, mar adentro, y allí se trasladan los pasajeros y la carga a lanchas pequeñas, con grande gasto y riesgo, e incomodidad seria para los viajeros. La formación de esta barra se atribuye, sin duda con justicia, al hecho de que una gran porción del caudal de agua que viene del lago se desvía en la parte baja del río, perdiéndose para el puerto, y se va por un desaguadero, que últimamente se ha formado o ensanchado, y que corre, en una línea más corta, hacia el Atlántico, y más hacia el sur, desde un punto ocho millas arriba de la antigua desembocadura principal del San Juan. Las aguas amenguadas que llegan al puerto, no tienen ahora suficiente fuerza para arrastrar hacia afuera las arenas, y éstas se van gradualmente depositando en la boca; y el puerto de San Juan, en consecuencia, se va rellenando rápidamente, y es en la actualidad una charca, de aguas someras y estancadas. Desgraciadamente, el nuevo desaguadero no es navegable y no forma puerto, a su entrada en el Atlántico. Ahora se intenta limpiar el puerto de San Juan de sus acumulaciones, cerrando el brazo del Colorado, en el punto en que se produce la bifurcación. Pero es bien sabido, y ello se ha demostrado de nuevo, de un modo palmario, durante la guerra de secesión reciente,-que mudar el curso de las aguas, por moderado que sea su volumen, es uno de los problemas más difíciles de la ingeniería; y, aun si el proyecto fuera hacedero, el cerramiento del río Colorado, que -corre enteramente por territorio de la República de Costa Rica, no sería permitido por ésta; y el intento sólo podría conducir a la renovación de dificultades nunca zanjadas entre las dos repúblicas, y que han surgido de que una de ellas goza o se atribuye el derecho de gozar de todo el provecho proveniente del tránsito por los ríos y lagos que forman sus recíprocos límites. (*)

Pero aun si fuera vencida la dificultad del puerto de San Juan y se le restaurara a su antigua condición, siempre la línea seguiría siendo desfavorable, en extremo, y absolutamente impracticable para toda carga pesada. Los pasajeros y las mercaderías, llegando a San Juan, dejan el vapor oceánico y han de trasborderse a barcos más livianos, que suben por el río, sesenta millas, contadas desde el Atlántico, hasta los grandes raudales del Castillo y Machuca, que son completamente impasables. Hay necesidad, entonces, de transportar a los pasajeros y la carga a lomo, en una distancia de doce millas. El terreno de la orilla del río, de raudal a raudal, es tan áspero y pantanoso que la construcción de un ferrocarril que se intentara sería excesivamente difícil. En el otro extremo de los raudales, vapores de río y lago reciben a los pasajeros y la carga, y los llevan, después de cruzar el lago, hasta La Virgen, en donde hay que emprender de nuevo el viaje a caballo o a mula y caminar así; venciendo trece millas, hasta rematar la jornada en el Pacífico. Fácilmente se ve que estos cuatro o cinco cambios de modo de trasporte son harto pesados, lentos y costosos. Además, el trasporte de carga, fuente principal de ganancia, tiene que ser siempre imposible por allí. Por lo mismo, no es probable que la ruta adquiera importancia jamás. El canal interoceánico, para barcos, proyectado por Mr. Félix Belly, habría de seguir la ruta de la Compañía del Tránsito por Nicaragua; y contra él caben todas las objeciones hechas a dicha ruta, y muchas más. El proyecto es de tal gigantesca magnitud, que no se puede esperar que la realización sea acometida durante varias generaciones venideras. El hecho bien simple de que la línea de Chiriquí esté localizada en territorio igualmente reclamado por los gobiernos de Costa Rica y Nueva Granada, rada uno de los cuales está interesado en otra línea, no da muchas esperanzas de que ninguno de ellos llegue a consentir en la construcción de una vía por allí. La línea, aparte de lo dicho, ni es deseable ni ventajosa.

Hay otra ruta que parece combinar, en manera muy notable, todas las ventajas de las otras, junto con otras muchas, excelentes, que le son peculiares, y la cual, a la par que está enteramente libre de las desventajas que pesan sobre todas las demás, no las presenta propias que no puedan ser removidas fácil y permanentemente. Esta ruta es la que pasa a través de Costa Rica, desde el puerto de Limón, en el Atlántico, hasta el de Caldera, en el Pacífico.