LA VÍA

La vía toda se asienta dentro de una faja de terreno que va de este a oeste, y cuya anchura no excede de ocho millas. Salvo en veinte millas, un buen camino, macadamizado, recorre toda su longitud, Ha sido hecho, en vista de cuidadosos estudios, y en general puede servir de guía para niveles y declives. Es claro que en una carretera hay frecuentes cuestas de una declividad inaceptable en ferrocarriles; pero en la carretera de que se trata, ninguna que no se pueda reducir a pro-porciones convenientes, extendiendo algo la línea. En todos !os puntos a lo largo de la ruta, se pueden conseguir, dentro de distancias favorables, cal, piedra de construcción, arcilla para ladrillos y las mejores maderas. La montaña está compuesta de un conglomerado volcánico, muy fácil de trabajar, y, a raros intervalos, de formaciones graníticas y basálticas. La sorprendente rapidez con que la vegetación, como por encantamiento, cubre el suelo con zacates, arbustos y plantas trepadoras, favorece en extremo la construcción de obras de tierra y permite rellenos casi verticales que duran para siempre. Con excepción de doce a quince millas de la costa del Atlántico, no hay punto en la ruta donde no pueda trabajar sin peligro la gente blanca de Europa o de la América del Norte. Pero no hay necesidad de traer gente de allí, pues braceros vigorosos pueden obtenerse, en cualquier número, en los puertos del norte de la América Central, que con gusto trabajan por un salario de setenta y cinco centavos, al día, poniendo ellos su comida, sin molestias para los contratistas. El país, por dondequiera, ofrece provisiones de toda clase, excepto harina de trigo, la que siempre se importa en toda época, principalmente de Nueva York, o Nueva Orleans o San Francisco. La estación lluviosa entorpecerá. algún tanto los trabajos, pero no tanto como los entorpece el invierno en un clima más hacia el norte, y no causará daños efectivos en la construcción de la ruta, fuera de algunos derrumbamientos ocasionales en rellenos recién construidos que no hayan tenido tiempo de cubrirse de vegetación.
Si se sigue la línea de la carretera, tal como está señalada en el mapa, se reparará que desde Limón corre hacia el oeste, casi a nivel, hasta el pie de las montañas y va por el borde de éstas hasta cruzar el río Siquirres.
El recorrido es de treinta y cinco millas, con una subida total de mil doscientos cincuenta y siete pies, o sea, cincuenta pies por milla; y sin otra dificultad que no sea la de poner puentes sobre pequeñas corrientes, la más ancha de las cuales no requerirá puente de mampostería o de otra clase que pase de sesenta yardas. El camino se desarrolla a través de magníficos bosques vírgenes de cedro, caoba y todo género de maderas de tinte, con plantaciones, aquí y allí, en abras y desmontes, en las que los cacahuales y cañales crecen lujuriantes. Hule, zarzaparrilla, drogas y materias para teñir, se colectan allí en gran cantidad.
Desde el cruce del Río Siquirres hasta Angostura, el camino sigue por la ribera derecha del Reventazón, en una distancia de veintiuna millas. Esta parte, no obstante que el ascenso en ella es solo de mil cincuenta y n& pies, vendrá a ser tina de las mas costosas de todo el camino. Por su naturaleza quebrada, por las rocas de su suelo, y por el número de pequeñas corrientes que caen al Reventazón, habrá que realizar allí un fuerte trabajo de voladura, con explosivos. En -la mayor parte de la distancia, los lugares se hallan sin cultivo, aunque a los lados del camino, y a intervalos que vienen en sazón, hay haciendas y casas de campo. El suelo es adecuado para el café y la caña de azúcar. El número de gentes arraigadas va creciendo constantemente, y tan pronto como los trabajos del camino comiencen, la afluencia de nuevos vecinos será mayor. Cerca de Angostura hay grandes haciendas de ganado, haciendas que desde este punto hasta el Pacífico, alternan, en todos los parajes cultivados, con fincas dedicadas a otros cultivos; y proporcionan copiosamente carne y bueyes de trabajo. En Angostura se atraviesa el río Reventazón, y desde allí se sigue por la margen izquierda hasta Cartago. Esta sección, de veinticinco millas, tiene un alza de dos mil cuatrocientos cuarenta y dos pies, o noventa y ocho pies por milla, y es el peor trecho de toda la ruta.
El nivel de la carretera no debe tomarse como criterio, aquí mucho menos que en cualquier otro punto, porque todos los peores declives del camino pueden ser, o evitados por completo, o a lo menos, reducidos. Esta sección nos lleva a las regiones en donde crece el-café; y al final de ella, especialmente desde el Paraíso a Cartago, la tierra está muy cultivada, y produce café, caña, maíz, papas y arroz, en la más grande abundancia y perfección.

Cerca de Cartago, en Ochomogo, se asciende al punto más alto del camino (5118 pies) y después se llega a San José, la capital, con un descenso de mil doscientos cincuenta y nueve pies, en ocho millas. San José está situado en una meseta, muy bien cultivada, plantada tupidamente de cafetos, brillante-, y que parecen gozar de su propia lozanía; constituyen el principal venero de la riqueza de la República. San José es una linda ciudad, limpia y próspera, de tinos quince mil habitantes; y es asiento del Gobierno, universidad, cuño y del comercio principal. Probablemente es una de las ciudades más del mundo; el termómetro oscila, a medio día, entre sesenta y seis y setenta y cinco grados, Fahrenheit; y mientras que en la estación más cálida rara vez pasa de ochenta grados, no cae más abajo de sesenta grados en las noches más frías. Desde San José, el camino corre por las mismas tierras altas y bien cultivadas, y desciende gradualmente mil ochenta y seis pies, distribuidos de un modo parejo en quince millas un poco más.

Llegando a Río Grande, el camino cruza el río y se muda a la ribera derecha del mismo. Las catorce millas que hay entre Río Grande y Santo Domingo tienen un descenso de mil doscientos cuarenta y cuatro pies e incluyen la única obra de ingeniería realmente difícil en toda la ruta, aunque, por supuesto, la excesiva declividad que indica la nivelación de la carretera, está muy reducida en la ruta que ha de seguir el ferrocarril. (*) Ya en Santo Domingo, cambia otra vez el carácter del terreno: el café cede el lugar a, la caña de azúcar, el arroz, los frijoles y el maíz. De allí, el camino desciende hasta el puerto de Caldera, su término en el Pacifico. El descenso es uniforme y suave: mil quinientos treinta y nueve pies en una distancia de doce millas. Único río que cruzar, el Jesús María. Largo del puente: unas cuarenta y cinco va? das.
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